Aprovechamos un fin de semana de febrero para conocer una experiencia única en España de acogida a menores inmigrantes no acompañados (algunos de patera): el Colegio de
Se trata de un internado donde han llegado a vivir hasta 1000 niños y niñas de entre 12 y 18 años que tienen situaciones familiares muy complicadas o han dejado a su familia en países lejanos.
Nada más llegar allí, y tras la comida, una educadora nos enseñó las instalaciones. En sus inicios, hace 50 años, consistían en unos pisos en la ciudad de Ávila. Pero la demanda de chicos y el deseo de poder acogerlos a todos cuando se han agotado las posibilidades “oficiales” de hacerlo, hizo que se trasladaran a dónde ahora estábamos: un terreno de 18 hm cuadrados de calles y edificios que cuenta con residencia para chicos, residencia para chicas, 7 comedores, salas de vídeo, y numerosas instalaciones deportivas, incluyendo una piscina.
Pero lo que más llama la atención desde el primer momento es imaginar allí la convivencia. Nosotros sólo pudimos ver a unos 100 chicos y chicas, porque para ellos había un puente que aprovecharon para salir, pero lo normal en los últimos cursos es que haya entre 600 y 800 chicos de más de 100 nacionalidades y diferentes razas, religiones,… Estuvimos jugando con ellos y aunque al principio parecían tímidos, luego rápidamente se pusieron a enseñarnos sus habitaciones, sus juegos y a jugar con nosotros.
Por la noche tuvimos la oportunidad de hablar con D. Juan Trujillano, el sacerdote promotor y director de todo este centro. Un amigo y entusiasta de G. Rovirosa, el gran impulsor del apostolado obrero militante de España en los duros tiempos del franquismo. No había casualidad en este encuentro con el padre Trujillano, nuestros padres estaban homenajeando en
Nos fijamos en que muchos le trataban como si fuese su padre. También que él les trataba a ellos como si fuesen sus hijos. A todos nos interpeló la importancia que le daba a cosas que nosotros, por tenerlas tan cerca, no le damos importancia: una familia que se preocupe de ti, un hogar, tener vestido, poder estudiar,…Y sobre todo nos dijo que las cosas importantes siempre se deben conseguir con trabajo, con esfuerzo y si no, acaban por no valorarse. El compañerismo, el perdón, la convivencia también se trabajan y se conquistan.
El padre Trujillano podía contar anécdotas de todos los chicos que estaban en el Centro porque todos estaban en su corazón. Nos contó que recientemente quedó impresionado con una niña china a la que llevaron a la ciudad en coche. Al llegar la niña pidió que la dejaran en un centro de salud, llevaba la mano machacada de haberse pillado con la puerta del coche desde que entró a él y no había dicho nada. La preguntaron porqué no había hablado. Les dijo que a ella el dolor no se le iba a pasar de todas formas y que entonces, “¿para qué amargarles a ustedes el viaje?” Con una sensibilidad así es posible creer en otro mundo. Con un centro así es posible creer en que todas las personas somos capaces de convivir juntas. Esa fue la gran lección de este día.